lunes, 13 de diciembre de 2010

EL CUADRO por Anonímisimo

Era simple.

Líneas rectas de trazo grueso se entrecruzaban superponiéndose entre sí. Colores vivos. Pastel. En la parte superior predominaban verdes. Verdes aceituna, dorados. Verde hierba. Verde turquesa también. La dimensión no dejaba indiferente a nadie. Había de situarme a una distancia de aproximadamente tres metros para observarlo en una sola toma. Era hermoso. La luz cenital reflejaba aquel arcoíris abstracto sobre el suelo de mármol. El efecto hacía que de repente me encontrase sumergido en él. Atrapado por el lienzo, nadando en un mar acrílico.

La parte central de la obra era mi favorita. Una lucha de pinceladas verdes daba paso a una amalgama de furia violácea, una explosión púrpura circular, que dividía aquel cuadro en dos capítulos bien distintos. Dos historias contrapuestas. Siempre tuve curiosidad por saber qué rondaría por la cabeza del autor mientras plasmaba aquel embrujo pictórico. Y sentía miedo, un miedo risueño, pero miedo.
Me impresionaba la técnica con la que difuminaba aquel espacio central hacia todos los extremos; cómo casaba el verde con el lila y daba paso a un púrpura intenso, tras el cual, volvía la unión simbiótica de ese lila, esta vez con las tinieblas.

Negro, negro azabache. Un elegante gris perla que luchaba por permanecer perenne ante la amenaza de un tono más oscuro, ante la venganza de su precursor en la paleta. De nuevo nudos de trazos generosos iban de un lado a otro trenzándose, abrazándose en una danza singular de colores, en esta ocasión brillantes, vibrantes, casi podían escucharse gritar.

Y de repente, como siempre, una sonrisa me delataba ante el resto de admiradores, como entusiasta de aquel cuadro.

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