miércoles, 6 de octubre de 2010

RAYO DE LUNA por Enekue

Era una noche calurosa de agosto, pasado el día de la Asunción de la Virgen. La luna brillaba con toda su fuerza y alumbraba oscuros senderos del bosque. El viento golpeaba con fuerza las hojas de los árboles, al igual que el mar lo hacía en las rocas del acantilado. Las calles estaban desiertas y parecía que las sombras se paseaban por la ciudad huyendo del día.
Aunque era de madrugada, los perros ladraban y aullaban como nunca lo habían hecho. Parecía que quisieran advertir de alguna catástrofe próxima a toda la población.
La fiesta se había celebrado en la “Venta de la Asunción”. Como todos los años, por la carretera del cementerio bajaba una procesión para llevar flores a los difuntos y rezar por sus almas.
El pueblo parecía más numeroso esa noche. Una leyenda contaba que esa misma noche los muertos abandonaban sus lechos para conversar en cuerpos de extraños con sus familiares.
Todo transcurría en el silencio más sepulcral que jamás se haya oído. De repente, un ruido distrajo los pensamientos y las oraciones silenciosas de la gente. Alguien se había desplomado. Nadie conocía a aquel muchacho. Un rayo de luna le alumbraba el pecho. Una nube de densa niebla salió del cuerpo y ascendió por la luz sepulcral del rayo de luna.
Aquella alma errante no había reconocido a ninguno de sus familiares. 

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