lunes, 14 de marzo de 2011

TORMENTA DE VERANO por Vetusta

Allí estaba yo, sentada en la acera de la puerta de mi casa, una tarde de agosto, comiéndome un polo de fresa que ya empezaba a chorretear por mi brazo, mientras jugábamos a las películas. Tú pronto te cansaste de hacerme mímica y de verme reír con esos gestos tan propios de ti, que tanta gracia me hacían. Fue entonces cuando saqué la caja de canicas, pero te negaste a jugar, porque decías que las niñas no sabíamos, cuando en realidad era porque la mitad de aquella caja te pertenecía, yo te las había ganado.
     Subíamos la cuesta que llevaba hacía las montañas que había tras nuestras casas. Una vez allí comenzamos a escalarlas, como muchas otras tardes, jugando a ser exploradores de unas tierras lejanas, cuando estalló la tormenta. Aquella arena pronto se convirtió en barro espeso y profundo, yo hundí una pierna mientras que tú riendo gritabas diciendo que eran arenas movedizas. El agua comenzaba a arrastrar todo a su paso por aquella rambla, y a mi cada vez me resultaba más difícil salir de allí y cuando ya creía que no escaparía y que esas horribles arenas me tragarían, agarraste mi mano fuerte, hasta que conseguiste sacarme, tal y como lo haces ahora cuando estoy hundida y no precisamente en el barro.

0 comentarios:

Publicar un comentario