jueves, 10 de marzo de 2011

BREVE TRATADO DE LA ATEOLOGÍA por Juan

«Ese es Dios», decía mi madre señalando una estatua de alabastro que colgaba de la pared de la iglesia. La imagen de Dios como un anciano vestido con una túnica blanca, se compadece mal con la realidad. Dios no tiene cara, es plano como un lienzo. No tiene cabeza, ni manos, ni pies, ni color. Dios solo escruta, pero no tiene mirada. Tiene los ojos vacíos. No está en su naturaleza tener formas o sentimientos humanos. Sería quizá, más poético pensar en él como una máquina vagamente inteligente que huye de la mirada obscena de los humanos y les niega la misteriosa comprensión de lo sagrado. Mi madre insistía, «ese es Dios, hijo, háblale. Él escucha lo que le decimos y ve todo lo que hacemos». Y yo le hablaba, pero nunca respondía. Yo sólo veía su rostro de piedra inexpresivo y su mirada inmóvil. Yo sólo podía sentir miedo de Dios.

0 comentarios:

Publicar un comentario